¿Te cuesta elegir solo un camino? Bienvenida al club de las mentes expansivas

No nací para ser solo una cosa.

Cuando era pequeña y alguien me preguntaba qué quería ser de mayor, me bloqueaba. No porque no tuviera sueños, ni porque me faltara ambición. Al contrario. Lo que pasaba es que elegir una sola cosa me parecía como ponerme una camisa de fuerza.

¿Cómo iba a decidirme por UNA cosa si quería serlo TODO?

Desde siempre, he sido una niña creativa con una imaginación bestia, viviendo en un mundo hecho para especialistas. Ya sabes, ese tipo de mundo donde tienes que saber desde los 6 años si vas a ser médico, abogado o arquitecta. Y claro, yo me sentía el bicho raro.

Me acuerdo de estar en clase escuchando a mis compañeros decir con toda la seguridad del mundo:
—"Yo quiero ser doctora"
—"Pues yo, ingeniero"
Y yo pensando… ¿cómo coño lo tienen tan claro?

Yo no lo tenía. Pero no porque no me importara, sino porque quería hacerlo todo. Pintar, escribir, cantar, inventar, moverme, crear cosas que no existían. No encajaba en una sola categoría. Y eso, en vez de darme alas, me hizo sentir que algo en mí no estaba bien.

Intenté adaptarme. Me esforcé en encajar. Fui buena para sobrevivir en sistemas que no estaban hechos para gente como yo. Aprendí a ser ingeniosa, a moverme entre etiquetas sin quedarme pegada a ninguna. Pero también me frustré. Mucho.

El colegio fue una tortura. No por falta de inteligencia, sino por aburrimiento. No me interesaba lo que enseñaban. Todo era tan poco estimulante, tan predecible, tan gris.

Hasta que un día, empecé a tomar el control de lo que aprendía, de cómo quería vivir, y ahí cambió todo. Me di cuenta de que soy una creativa multidisciplinar, visionaria, obsesionada con lo que le interesa, y con la capacidad de lanzarse a lo desconocido como una bola de demolición... sin necesidad de un edificio que derribar.

No hay curso que te enseñe eso.

Hasta hoy, incluso mis amigos más cercanos me preguntan:
—"¿Y ahora a qué te dedicas?"
—"¿Y lo de cantar? ¿Sigues con eso?"

No es que cambie de camino. Es que no tengo uno solo. Mi curiosidad va más rápido que las etiquetas. La mayoría de la gente necesita ponerte en una casilla para poder entenderte. Pero lo mío no cabe en una casilla. 

No busques aquí un paso a paso para convertirte en el humano perfecto, porque qué aburrimiento, tía. Este blog no va de eso. Va de aceptar que mi mente funciona como ese coche viejo que sigue tirando aunque esté sujeto con cinta americana y decisiones cuestionables. Y aún así, me lleva donde tengo que ir.

Va de dejar de escondernos. De dejar de suavizar nuestras rarezas para no incomodar. De usar nuestros superpoderes sin miedo al riesgo. De dejar de pedir permiso para ser muchas cosas a la vez.

Las que crean sin pedir permiso.
Las que cambian de rumbo, de pasión, de vida, sin dar explicaciones.
Las creativamente jodidas.
Las que no se encasillan ni aunque lo intenten.

Porque lo “normal” nunca fue suficiente.

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